Crítica a "La isla" (3)
Se lo voy a decir tal cual: llegué al estreno de la tercera temporada de La isla con todo el odio del mundo. Es más, si no me dedicara a esto, ni lo hubiera visto.
¿Por qué? Porque puedo perdonarlo todo menos la injusticia, el favoritismo y la impunidad.
Y en la temporada pasada estos señores perdieron mi respeto al permitir que se cometiera una tremenda injusticia contra Carlos, “el pescador”, para favorecer a Cecilia Ponce.
La actriz de telenovelas como Siempre tuya Acapulco no solo continuó como parte fundamental de este realityshow, acabó ganando y recibiendo oportunidades laborales como si lo que hizo hubiera sido una gracia.
El caso está, para no hacerle el cuento largo, en que para ver esta clase de irregularidades mejor me siento a ver Bailando por un sueño con Adrián Uribe o cualquier especial dominical de Televisa en lugar de perder mi tiempo creyendo en la existencia de opciones diferentes.
Total, que el lunes, después de una tremenda campaña publicitaria, Azteca 7 estrenó la nueva edición de La isla a las 20:30.
Como crítico, como fiel seguidor de este concepto y como televidente decepcionado, me lo imaginé todo: el elenco, el desembarco, los escenarios, las dinámicas.
¡Pues qué cree! No le atiné a nada de lo que me imaginé.
Como que los responsables de La isla sí se sentaron, sí corrigieron y sí le echaron ganas porque nos ofrecieron un espectáculo que, sin traicionar la esencia del proyecto original, era 100 por ciento diferente a todas las temporadas anteriores.
Para empezar, en el elenco se eliminaron los roles. ¿A qué me refiero con esto?
A que en lugar de volver a tener a hombres y mujeres que representaran lo que representaban señores y señoras como Juanito, Carlos, Michelle Vieth e Ivonne Montero, todo cambió.
¿Qué significa esto? Que le movamos por donde le movamos, ya no vamos a tener los elementos que detonaron conflictos de credibilidad como los del año pasado.
El desembarco, en lugar de ser como habían sido los anteriores, fue una cosa sorprendente, en un yate, y luego en un volcán, y más tarde en helicóptero.
No había manera ni de aburrirse ni de no involucrarse. Estamos ante una producción complicadísima, del más alto nivel.
En el caso de las locaciones, La isla (3) es un punto y aparte.
El escenario ahora es Nicaragua y la mezcla de ese mar, con esos cactus y con esas piedras, es algo que rompe con las versiones anteriores de esa misma emisión y hasta con cualquier cosa que se haya visto o que se haya hecho en este país.
¿Y qué me dice de las dinámicas? Nadie se esperaba que esto arrancara como arrancó, con todos, absolutamente todos los participantes, sufriendo como desgraciados en “playa baja”.
Como era de suponerse, eso puso las cosas al rojo vivo desde el primer instante y calentó a la gente para que, a la hora de la primera competencia, todos le echaran el 100 para huir de ahí.
Antes, La isla era un reality show cuyo éxito se basaba en los conflictos de clase. Eran “pobres” contra “ricos” y “clasemedieros”, y “famosos” contra “desconocidos” y “celebridades”.
Ahora, como en la vida misma, es todos contra todos.
Como no hay un solo competidor que no conozca el programa, los cerebros de este título tenían que hacer algo para evitar que pasara lo mismo que pasó, para bien o para mal, en las temporadas uno y dos.
Y, lo más importante de todo, tenían que impedir que alguno de los participantes se hubiera preparado de manera especial para obtener ventaja en alguno de los juegos o para fingir ante sus compañeros en determinadas circunstancias.
Cambiar las dinámicas de arranque sin traicionar el concepto de estereality fue la cosa más inteligente que se le pudo haber ocurrido al equipo creativo de La isla.
Ahora habrá que ver de qué cuero salen más correas y si valió la pena combinar a leyendas del boxeo con videoblogueros, a luchadores con maestros de yoga y a actrices con estudiantes de comunicación.
Yo, que llegué con todo el odio del mundo al estreno de este proyecto, estoy encantado.
Me divertí mucho viendo ese programa, gocé horrores con todo ese sufrimiento y me emocioné tremendamente desde que empezó hasta que acabó ese capítulo doble.
Claro, habrá que esperar a ver qué sucede con La isla con el paso de los días, de las semanas. Una segunda equivocación editorial después del escándalo de Cecilia Ponce sería imperdonable.
Por lo pronto, borrón y cuenta nueva. Vamos a gozar con esta aportación.
Luche por ver lo nuevo de este reality show de lunes a jueves a las 20:30 por Azteca 7.
Se necesita ser muy humilde para escuchar las críticas, atenderlas y mejorar.
Tengo la impresión de que estas personas escucharon todo lo que miles de espectadores les gritamos el año pasado y eso se los tenemos que reconocer. Aquí están los resultados. ¡Felicidades! ¡No cualquiera!
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