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"PREFERÍ EL ACORDEÓN A PERSEGUIR MUCHACHAS"

Hasta cuando no está arriba de un escenario, Celso Piña parece llevar la fiesta a todas partes; a propósito de su próxima presentación en el Auditorio Nacional, en donde se proyectará un documental sobre su vida realizado por Canal Once, el también llamado Cacique de La Campana, nos habla de su primer amor (el acordeón), de su padre, del Gabo y del vallenato
PRESENTE COMPA. Para quienes no puedan ver a Celso Piña en su concierto del Auditorio Nacional el próximo 20 de agosto, el Canal Once transmitirá el documental "Celso Piña. El rebelde del acordeón" el sábado 23 de agosto a las 23:00 horas, dentro de su ciclo "DOCS 360°". (FOTO: )
POR MARÍA LUISA LÓPEZ. FOTOS DE LUZ MONTERO
| DOMINGO, 10 DE AGOSTO DE 2014 | 00:10
Llegó a sus manos como su primer amor. Tendría unos 17 o 18 años. Y como a veces pasa, la primera vez que lo tuvo entre sus brazos y pudo acariciarlo, no resultó ser la mejor experiencia.
Muy pronto se dio cuenta de que no era "el verdadero amor". Así que simplemente lo cambió por otro. Aunque eso le llevó algún tiempo de trabajo remunerado y el apoyo económico de su padre. Ese "amor real" se tenía que pagar. Y no, no le interesaba en ese tiempo cambiar su idilio con él por el que bien podía tener con una mujer en esa loca edad.
"Sí. Me enamoré primero del acordeón que de una mujer", dice sin dudar un Celso Piña que rasguña su memoria hasta llegar a mediados de los años 70, cuando ya llevaba un rato con la comezón de la música en sus manos, sus oídos y sus palabras. Ya para entonces había formado parte de al menos tres agrupaciones.
En el primer grupo anduvo de percusionista. Le gustó, pero con la percusión no iba a hacer gran cosa. "¡Yo necesitaba ser líder! Y cuando le conté a mi papá (Isaac Piña) que iba a hacer un grupo, me preguntó: '¿Y qué vas a tocar?'. Le dije las tumbas, y él me dijo, pues sí, pero ahí nomás no vas a ser lo que tú quieras, te vas a acoplar al director y él tiene que llevar el instrumento líder".
Y fue ahí que al Rebelde del acordeón le quedó claro que sí, que él quería ser el líder. Sacudir. Fue cuando creó su grupo Los Jaracs, que muy pronto se deshizo.
"Luego me fui con el grupo Sentimiento a tocar puras canciones ¡llenas de sentimiento! Aburridísimas, pues. Ahí me pasé a la batería, igual la percusión, pero también me salí y luego me fui al grupo Arcaico, con rock como de los 50 donde se tocaban cosas de Alberto Vázquez y Johnny Laboriel". Nada de eso era lo que Celso Piña quería. Pero seguía intentando.
Lo suyo era claramente el sonido festivo, el canto a la vida. Y le fascinaban Los Beatles.
Después de todo aquello, finalmente inició la chamba para conformar con sus hermanos Rubén, Eduardo y Enrique —luego se sumarían otros integrantes— su Ronda Bogotá, con él como líder acordeonista. Le pidió a su padre que le diera chanza consiguiéndole el principal instrumento del grupo, para empezar. Y su papá le consiguió "un acordeón bien usado", al que le entraba el aire por donde quiera, cuenta el compositor e intérprete regiomontano.
"Lo tuve que parchar con cinto y todo. Y me pasé desde el 74 hasta el 76 o 77 aprendiendo a tocarlo y luego ya hice mi grupo". Los discos, las ganas, la pasión y el ardor fueron sus maestros también.
Mientras eso pasaba, Celso mintió muchas veces a sus amigos cuando lo invitaban a salir en busca de aroma femenino dentro o fuera de la Colonia Independencia ("La Indepe"), ubicada en la popular zona periférica conocida como Cerro de la Campana, en su natal Monterrey, Nuevo León.
"Fíjate que iban a verme mis amigos para buscar muchachas allá a la Colonia Roma —cuenta—, que era de nivel medio pa’rriba y nos quedaba cerquita de La Campana, y bueno, todos los días me buscaban y me decían: 'Vamos sobre las gatitas, vamos sobre las gatitas…'. Y yo les decía: 'Oye, no. Fíjate que me siento un poco mal, no sé qué tengo'", luego estalla en risas.
Y ya que conseguía el "bueno, tons ahí quédate" de sus compas, el joven Celso simplemente se encerraba en el sótano de su casa, con el acordeón en las manos, para saciar el deseo de intimidad que lo llevaría desde entonces constantemente al arrobo del sonido y el ritmo.
Se la pasaba escuchando a sus maestros virtuales, sobre todo a Alfredo Gutiérrez y Aníbal Velázquez, esas dos grandes figuras del folclor colombiano y máximos exponentes del vallenato, a quienes su oído conoció a través de don Isaac y entre las fiestas de sonideros del barrio bravo en que creció. Los repasó mil y un veces hasta lograr sacar sus canciones, pieza a pieza y crítica severa tras crítica severa de su gran guía, el mismo don Isaac. "¡Estás de la fregada. Síguele!". Le dijo por aquellos años con frecuencia hasta escuchar que el sonido del acordeón era casi perfecto y contagiaba un estilo propio.

"¡Hermosos días sí…! Acepto que para mí, el primer amor fue el acordeón. Me invitaba la raza a corretear muchachas en la placita, a ir por ahí, yo siempre en lo mismo: no’mbre estoy malo de la panza, traigo una diarrea tremenda. Nada qué, yo me encerraba con el acordeón, prefería eso que andar a la calle, mi pasión era ésa. Preferí aprender a tocar el acordeón que andar persiguiendo muchachas en La Roma".
HASTA LLEGAR A LOS BOTONES
La voz de Celso Piña suena a cumbia y vallenato aunque no está arriba de un escenario. Tan dicharachero y coqueto como un par de semanas atrás, cuando tuvimos una conversación inconclusa, el músico retoma el hilo de los recuerdos y, frente a su necesario trago de cerveza, habla del agotamiento físico que hace un par de años sufrió y que lo llevaron a meter freno a su agenda de actividades, cuando el exceso de conciertos y todo lo que implica le robó energía hasta enfermarlo y comenzó a pensar que quizá en ciertos momentos no es mejor "rechinar que oxidarse", y optó por cuidarse.
Pantalón de mezclilla, guayabera negra y tenis un poco gastados. Actitud bromista. "¿Pa’qué es la vida sino para disfrutar y cantarle a las cosas bonitas?". El cacique de la campana se emociona al sacar de la memoria detalles de aquella época en que comenzó su idilio con el acordeón. Recuerda bien ese momento del primer contacto, en medio de un suspiro como si hablara de esa una primera novia a la que nunca logró conocer bien.
"Lo que sucede es que mi 'apá me llevó primero un acordeón ¡de teclas! De esos que utilizan Los Ángeles Azules o el Súper Grupo Colombia y todos esos chavos… Porque yo no utilizo en mis discos ni en mis conciertos uno de esos ¿eh? Ellos sí… Y desde un principio fue así, te voy a decir por qué: Todo lo que yo había escuchado en discos y tocadas —incluyendo a Aniceto Molina (también músico colombiano)— era con acordeón de botones. Ton’s papá llega con un acordeón de teclas y la primera sensación, fue mala porque me lo pongo y no… No me gustaba ni como se oía ni estéticamente, porque me paraba frente al espejo del ropero de mi madre, me miraba y no me gustaba nada. Como que no iba. Hasta como que me llegó a caer gordo…", relata el músico mexicano, riendo.
El aprendizaje de oído no engaña. Celso encontró en ese primer acordeón un sonido un poco más grave, no tan sonoro, no tan brillante como el que se produce en un acordeón de botones, del que ya estaba enamorado.
El consejo de su padre fue: "Si quieres cambiarlo por otro amor a tu gusto, pues fácil, cámbialo".
Así lo hizo, pero tuvo que conseguir un poco más de dinero con algunos de sus trabajos, entre los que estuvo la colocación de cortineros, alfombras y papel tapiz en muros de algunas casas, al lado de unos tíos hermanos de su madre. A lo que sumó un préstamo de don Isaac. Para completar el pago del verdadero deseo: su acordeón de botones, un poco más complejo que el primero, pero definitivo y diferente.
"Y de ahí pa’l real. Lo conseguí, me sentí mucho mejor con ese sonido y empecé a practicar sin parar. Como si fuera a la escuela de música. Algún día voy a saber tocar bien, pensaba. Si no me hubiera enamorado así, jamás hubiera dominado el instrumento".
Pero tampoco fue fácil, la celebridad en el Cerro de la Campana de Monterrey costó trabajo. Al principio lo veían como el joven "raro" que interpretaba música en las fiestas hasta de 15 años. Pero Celso Piña fue ganando fans hasta volverse indispensable, el Rebelde más buscado.  
A la larga, el músico se hizo gran amigo de aquel primer amor. Tiene en su casa de Monterrey un acordeón de teclas que de vez en cuando toca sólo por experimentar. Pero la fidelidad a los botones es inalterable.
EL AMIGO DEL GABO. "Un día me hablaron del Museo MARCO para tocar en una visita del Gabo a Monterrey. Cuando entró el maestro con su esposa, miró hacia donde estaba tocando, se desabotonó la camisa y empezó a bailar. Pidió más canciones y toqué 'Macondo'. Me mandó hablar, me tomó de ambas manos y me dijo: "Muchas gracias, Celso, por poner en alto nuestra cultura musical. Procura siempre ser un buen hombre'. Fue el inicio de una estrecha amistad".
LOS CAMINOS DE CELSO
"Mi primer crítico fue mi papá. Y lo sigue siendo", afirma Celso desde su casa en Monterrey, donde habitan sus 10 perros, entre ellos Bob y Dylan, quienes forman parte de un antiguo deseo, convertirse en médico veterinario. También tuvo otra pareja de canes que se llamaban Johnson & Johnson, pero uno de ellos se le fue… "No, no se murió. Se me fue sobre una méndiga perra güila, claro, yo no le podía dar lo que la méndiga desgraciada que me lo quitó", recuerda Celso.
"Me gusta mucho la veterinaria todavía, me encantan los animales. ¿Qué pasó con ese deseo? Simplemente no se dio. Yo era el mayor de los hermanos y era mucha carga para papá alimentar nueve bocas, bueno once incluyendo a mamá y a él. Así que en vez de meterme a la escuela me metí a trabajar… se me truncó ahí esa bonita carrera. Pero fácil, me dije, si no puedo hacer esto ¡me hago artista! Y así fue, de volada —bromea—. Mentira, batallé mucho, ah pero cómo lo disfruté".
Celso Piña sigue hurgando en su memoria y encuentra el primer tema que sacó completito frente a su padre en el acordeón. La canción se llama Si mañana y el joven Celso pensaba que era una cumbia, pero no, su padre, experto en los géneros le dejó claro que era un son. Iba así, dice el músico y empieza a cantar, no sin preguntarse: "¿Por qué no fue la primera que grabé en un disco —la primera fue la setentera Cumbia para bailadores de Alfredo Gutiérrez—? Es una ironía: 'Si mañana no puedo arreglar un son/ porque mi fe y mi valor/ lo hayan vencido los años/ tan sólo quedan versos del compositor/ y las penas que han pasado…'".
Muchos años después, frente al estudio de grabación, Celso Piña llegaría a grabarla en solitario, y luego en compañía del grupo Café Tacuva para su disco Barrio Bravo (2001).
Al lado de su padre fue aprendiendo sobre las diferencias entre cumbias, gaitas, paseos vallenatos, sones. Siempre estuvo ahí. Él tampoco estudió música, de hecho no se dedicó a ella, pero siempre le contagió el placer por escucharla y sentirla. Aunque el Rebelde del acordeón reconoce que quizá hay en su pasión por la música algo genético, ya que sus abuelos maternos (ella: ama de casa, él: panadero) sí eran músicos, "aunque amateurs" no profesionales, quienes se reunían con sus hijos, algunos de ellos albañiles, y hacían cada fin de semana sus "mentadas tertulias musicales" donde incluían mandolina, violín y sí, también acordeón. Quizá también de ahí vino esa temprana inquietud infantil por vaciar los envases de Avena 3 Minutos que encontraba en la cocina de su madre, para convertirlos en mini tumbas musicales.
Aunque su papá no se animó nunca a tocar ningún instrumento, lo que sí ha hecho para su hijo Celso es escribirle canciones, algunas de las cuales ha incluido en sus diferentes producciones discográficas.
"Sus temas siempre hablan de cosas bonitas. Le compone a un caminito, a un caballo, a un perro. Tiene la mente más sana, no es de esos de: 'Amor me dejaste y me voy a matar'. A mí tampoco me gusta mucho eso. Y claro que mi papá tuvo sus amoríos y todo eso, y yo también mis novias, pero no soy como muchos artistas, de esos que no salen de cantar a la mujer".
De hecho una de las canciones que al compositor le hubiera gustado escribir esLos caminos de la vida, del colombiano Héctor Ochoa Cárdenas, que aborda el vínculo materno. Hace un par de semanas Celso justo comenzó a interpretarla durante la sesión de fotos para Domingo con la fotógrafa Luz Montero. Parecía sentirse muy relajado con ello.
"Me encanta que hable de ese tipo de amor la canción. ¿Sabes? A mí me gustaría hacer algo padre con esa idea, pero con el tema del padre… Lo he traído en mente por algún tiempo, porque el padre es el padre, ¿qué no?", dice el intérprete regiomontano.
"Ya tengo algunos borradores, pero lo que pasa es que quiero que se acomode para los papás de toda la raza, no sólo a Isaac Piña, quizá pueda ser un tema para el próximo disco de celebración para mis 35 años de carrera, con un invitadazo de honor, como lo serán todos aquellos que participen. Seguro vendrá. Llegará el momento". En una de esas y hasta se le cumple su deseo de hacer una canción acompañado de Carlos Santana.
¡PRESENTE! CON DISCO,
DOCUMENTAL Y RUTA
Por lo pronto, Celso Piña tiene pila para rato con su nuevo disco.
En un regreso al origen que sólo durmió mientras la fiesta de la fusión sonora crecía —al lado artistas como Julieta Venegas, Blanquito Man, Alex Lora, Control Machete y una muy larga lista de artistas—, el llamado cacique de La Campana se dio tiempo para grabar en solitario con su Ronda Bogotá y reaparece con su nueva producción discográfica Aquí-Presente-Compa, con el que llegará el próximo 20 de agosto al Auditorio Nacional del DF, en el marco de los festejos por el 55 aniversario del Canal Once (Sonidos de una celebración), donde también se presentará una proyección especial del documental realizado por el canal del Instituto Politécnico Nacional tituladoCelso Piña. El rebelde del acordeón, dirigido por Alfredo Marrón.
"Me pasé 20 años haciendo fusiones y ahora me estoy dando este pequeñobreak. Yo tenía muchas ganas de un disco así con mi Ronda Bogotá, y la raza empezó a pedírmelo en todos lados, desde el cine y el mercado o las calles de mi barrio, y hasta en los conciertos donde me presentaba".
Este disco llega en un momento en que el artista, aunque seguirá activo, pretende "bajarle" a la intensidad de actividades, que no de energía, y luego de haber recibido incluso recomendación médica de tomar descanso, y advertir por cuenta propia, que para mantener la vibra fuerte con toda "la raza" habría que empezar a cuidarse.
En la reciente producción incluye Reina de cumbias, una rola en homenaje al escritor colombiano Gabriel García Márquez, de quien Celso guarda una dedicatoria en una vieja edición de Cien años de soledad: "Para Celso Piña, de su hincha. Gabo", al lado de sus acordeones más queridos.
"Es un libro que me han querido comprar ¿eh? Algunos periodistas y de esos personajes que hacen ensayos y eso, yo les pregunto: '¿A ti pa qué te sirve, güey, si dice Celso?'. No, pero es la firma del Gabo, me responden. En fin, yo no lo vendo por nada. Lo tengo muy guardado, ahora ya lo releo en la tablet".
Cuando se lo dio a firmar a García Márquez, su libro ya se estaba deshojando, recuerda Celso, pero eso le llamó la atención, "quizá le pasaba como a mí, cuando me llevan un disco viejito a firmar", dice.
"Aureliano es mi personaje favorito, ese que estaba amarrado en el castaño, ahí afuera y le cae el agua, y se ensoqueta todo, y se mea y se vomita… ¡Siempre será un gran libro!".
Viaje es otro de los temas que Celso incluye en el nuevo disco, y con el que se refiere a su sueño cumplido de haber pisado Colombia y su folclore después de 30 años de trayectoria. Lo mejor de todo: que le hayan dicho que lo único que le faltó para ser colombiano fue nacer en ese país.
"Colombia es como mi segunda madre, gracias a su cultura musical me ha ido bien, he recorrido el mundo y soy feliz. Tanto como lo soy con la música de México y de todos los lugares que voy recorriendo".
Y mientras llega el próximo disco de duetos para celebrar sus 35 años de carrera, los seguidores de Celso Piña ya pueden esperar que se concrete la edición de un libro biográfico cuya elaboración ya está en marcha en manos de los investigadores de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Margarito Cuéllar y Guerson Gómez.
"Está muy padre lo del documental que me hicieron, la experiencia única, y luego pues que venga la película, ¿no? Bueno, todo llega en su momento. Ahora, a disfrutar mi regreso a mi Ronda Bogotá", concluye el músico regio sin temor a que el impacto de este disco en solitario no se iguale al de aquellos con duetos incluidos.
Hace mucho que Celso Piña lo sabe. El mundo es de los aventados. Lejos del miedo al fracaso.
MARÍA LUISA LÓPEZ es Editora de Reportajes de este semanario. Mientras escribía esta conversación, hizo varias pausas para ponerse a bailar con el "weeepa weeepa" de Celso Piña. En Twitter es @campociego

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