Ska-p sabe de húngaro
Por: Tommaso Koch | 08 de agosto de 2013
Hace 15 años Ska-p animaban a la “legalización” y gritaban convencidos aquello de que “el pueblo unido jamás será vencido”. Y, ahora, también. El mundo ha cambiado, cualquiera diría que para peor, pero el grupo ska de Vallecas sigue a lo suyo. Continúan idénticos a sí mismos, defendiendo una “revolución” que jamás arrancó, a base de botes, trompas y sacudidas. Lo que, en España, les ha hecho perder fuerza y tirón. Pero resulta que en Hungría aún son capaces de convocar a miles de personas. Y así lo han demostrado hoy en Sziget.
Ante todo, un indicio: el grupo era el penúltimo en pisar el escenario principal del festival, nada más caer la tarde. Es decir, hora y marco de cierto nivel. Una alfombra roja, vamos. Por algo será, pensaba uno. Y la respuesta se hallaba en la masa que poco a poco iba acorralando la explanada ante el escenario a la espera de los maestros de ceremonia que, por cierto, el año próximo cumplen 20 años desde su nacimiento.
“Aquí estamos una vez más y todavía no tenemos ni idea de húngaro, así que vamos a hablar en español”, fue de lo primero que soltó Pipi, guitarra y segunda voz de la banda. Y, acto seguido, él y sus compañeros de toda la vida desplegaron lo que mejor se les da. Había ritmo, saltos, guitarras, vídeos sobre los abusos de la policía y el ejército y disfraces. Para los pocos españoles presentes -el festival sostiene que no llegan a 1.000 en un evento que acoge a 350.000 personas- habría, también, un profundo deja vú.
Nada que ver con el público extranjero, entregado a la utopía de Ska-p. De Mestizaje a Cannabis, pasando por Romero, el madero, el juke-box de los madrileños reprodujo todo lo más conocido de su repertorio. Y, bajo el escenario, un océano de manos, alguna bandera y decenas de tipos sin camiseta y sin pinta de haberse asomado nunca a un gimnasio les daban las gracias a gritos.
Eso sí, poco debían de comprender de los soliloquios de Pipi sobre el miedo en la sociedad actual o las invitaciones a “quemar el Vaticano”. Los asistentes, más bien, se limitaban a agitarse y corear los “oooo” de las canciones. Y así hasta el final. Con sus excesos -sinceramente, llamar a las húngaras “cerdas” o blasfemar en italiano no aporta mucho a la causa- Ska-p completó su enésima aparición por un festival como no podía ser de otra forma: con “hasta siempre Hungría” y confiando una vez más en la revolución. Ya lo saben: la esperanza es lo último que se pierde.
Ante todo, un indicio: el grupo era el penúltimo en pisar el escenario principal del festival, nada más caer la tarde. Es decir, hora y marco de cierto nivel. Una alfombra roja, vamos. Por algo será, pensaba uno. Y la respuesta se hallaba en la masa que poco a poco iba acorralando la explanada ante el escenario a la espera de los maestros de ceremonia que, por cierto, el año próximo cumplen 20 años desde su nacimiento.
“Aquí estamos una vez más y todavía no tenemos ni idea de húngaro, así que vamos a hablar en español”, fue de lo primero que soltó Pipi, guitarra y segunda voz de la banda. Y, acto seguido, él y sus compañeros de toda la vida desplegaron lo que mejor se les da. Había ritmo, saltos, guitarras, vídeos sobre los abusos de la policía y el ejército y disfraces. Para los pocos españoles presentes -el festival sostiene que no llegan a 1.000 en un evento que acoge a 350.000 personas- habría, también, un profundo deja vú.
Nada que ver con el público extranjero, entregado a la utopía de Ska-p. De Mestizaje a Cannabis, pasando por Romero, el madero, el juke-box de los madrileños reprodujo todo lo más conocido de su repertorio. Y, bajo el escenario, un océano de manos, alguna bandera y decenas de tipos sin camiseta y sin pinta de haberse asomado nunca a un gimnasio les daban las gracias a gritos.
Eso sí, poco debían de comprender de los soliloquios de Pipi sobre el miedo en la sociedad actual o las invitaciones a “quemar el Vaticano”. Los asistentes, más bien, se limitaban a agitarse y corear los “oooo” de las canciones. Y así hasta el final. Con sus excesos -sinceramente, llamar a las húngaras “cerdas” o blasfemar en italiano no aporta mucho a la causa- Ska-p completó su enésima aparición por un festival como no podía ser de otra forma: con “hasta siempre Hungría” y confiando una vez más en la revolución. Ya lo saben: la esperanza es lo último que se pierde.
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