editorial
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capanegra:los 11 signos de ser anarco o anarquista
la dama : maletas de belcebu (todavia no sabemos que paso a PETRONIL@)
EL FISGON: DE VENDEPATRIAS CABILDEROS Y DEMAS
PATRICIO: UNA NUEVA TRADICION
NUEVO COLABORADOR DEL CHAMUCO: REFREXIONES PARA LOS ANARCOS
Por: PaQuito Arrabal / Ilustraciones: Pepe Quintero
1)
En esos canijos años, lo políticamente correcto en las filas de la izquierda era abundar en el examen de los autores marxistas y aún en las novedosas intervenciones de quienes veían una necesaria opción política en la superación positiva del nacionalismo revolucionario.
El ambiente parecía sereno, pero no. Bajo el velo de las apariencias se movían fantasiosas creaturas con el ajuar de las ideas conspiratorias de moda y con un menaje de nuevas teorías. Ahí la tradición anarquista, más allá de la labor de compas aislados o de la exquisita actividad de algunos círculos de estudio universitarios, no logró conformar una opción o insinuarse en sectores más amplios.
Para mí, la última década de radicalidad juvenil fue en los setentas. Habrá quien me desmienta. Al principio de la década atroz, la raza radical andaba muy enchilada. Encabronadísima. La cercanía del 68 y las secuelas del “Halconazo” del 71 definieron a los dubitativos, y hubo acelerados que quisieron tomar las armas… pero ahí no estaban los anarquistas. Al menos con una postura explícita.
2)
Ora que me acuerdo, la única tradición verdadera de los jóvenes, es el mareo. Desde el vasconcelismo, la juventud fue considerada enemigo prencipal del Estado. Jamás el gobierno en turno dio una política clara, rica y honesta para esta franja de la población. Hasta hoy, el librito enseña que todo conflicto juvenil debe resolverse a punta de chingadazos, en cuanto colmen el plato de los funcionarios que mangonean el congal.
Los partidos oficiales, y aún los de izquierda, hicieron de sus muchachones más militantes un amasijo informe, sin virtudes propias. Servían de decorado en días de fiesta, ocultaban el óxido avanzado de su legitimación pública. No existieron documentos sobre la problemática juvenil. He aquí un torito medio cabrón: ¿cuál es la memoria de los movimientos huelguistas triunfantes, promovidos por los jóvenes?
3)
Aún en la actualidad, los jóvenes y sus vericuetos políticos siguen siendo un misterio para los ciudadanos de a pie. No es casual; la poca atención y análisis invertidos en sus iniciativas creadoras, ha sido ocultada habilidosamente. Sí, en México se sabe poco, muy poco, acerca de su juventud.
Esto no me exime de exigir congruencia cultural, teórica y conceptual a los valedores que, toalla mojada en el rostro, hacen de la violencia gratuita un espectáculo de luz y sonido, para concitar la violencia del Estado y hacer de la represión un oráculo… o un sacrificio que los purifique.
No imagino a un anarquista no sabe ubicarse del lado de las masas y acomete grandes empresas casi a título personal, y cuyos resultados no trascienden en la población. Me parece que la confusión es la amalgama esencial de los anarquistas de la posmodernidad, solícitos en sustituir el trabajo de masas con un triste y efímero remedo de “acción directa”.
Acaso por ello pueden ser fácilmente infiltrados por los agentes provocadores más violentos, pagados por oscuros intereses o por sectores gubernamentales de ojetísimos propósitos. Protegidos bajo la bandera anarquista, y aupados por el varo estatal, un sector del lumpen vio feliz respuesta a su desempleo, infiltrándose en las filas anarquistas de rupestre e ingenuo linaje.
¿Resultado? Los anarquistas son vistos como el mismo diablo por un país retentivo de sus tradiciones coloniales y conservadoras. Y aún más: hoy su método es re-aplicado, no se sabe si por los mismos agentes provocadores, en las marchas de los maestros, a los que agreden con el cuento de que ya tienen hasta la madre a los modestos comerciantes de Tepito. ¡Pero Tepito no raja, me cae! Ya habrá tiempo para los deslindes.
4)
Compitas, escuchad: la herencia de los anarquistas genuinos es rica. Sus reflexiones y desarrollos no pueden ser soslayados. En sus filas lucharon y deambulan personajes inteligentes, con sensibilidades y una entrega franca y abierta al movimiento social.
Los auténticos anarquistas andan con la mamada de taparse el rostro y adquirir, de manera fraudulenta, impunidad en una intervención social. Si no se declaran favorables a la política, tampoco rehúyen a sus compromisos en la hora de un golpe fascista o de una represión policiaca en las calles.
Los auténticos anarquistas no andan apantallando con la ridícula languidez de sus bombitas molotov. No les gusta retratarse a la hora en que se lanzan, como ninjas, contra un escudo de granadero. Además, no ven lo esencial del anarquismo en las páginas mentirosas de la Internet, ni hacen un mito de las redes sociales; más bien, continúan la tradición del militante estudioso que curiosea en los mejores anaqueles disponibles.
Gran parte de los anarquistas mexicanos de hoy desean parecer artistas de Televisa. Les encanta el boato de los chillidos mediáticos y quieren salir en la tele nomás para sacarles un ¡Jesús! a sus tías solteronas.
El escenario anarquista, por hoy, está dominado por las versiones provocadoras y de conocimiento oportunista de lo que es la “Acción Directa”. Las calles del centro de la ciudad, y los maestros, desean saber mucho acerca de las mejores tradiciones anarcas, con pensamiento, movilización y acción profundas, porque la estela dejada en las semanas pasadas nos dejaron con la boca seca y un hilo de escepticismo en la mirada.
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