#LosPuntossobrelasíes
Esperanza "de locos"
Desde Gandhi hasta Mandela, desde Felipe González hasta Lula da Silva. Todos fueron repudiados por sediciosos, por peligrosos, y algunos hasta pisaron las cárceles. Pero al final cantaron su victoria y la de los suyos.
Viernes 9 de noviembre de 2012
Cuando alguien se enfrenta a lo establecido, aparecen por doquier los malquerientes que se sienten amenazados en sus intereses.
Son los que irrumpen por cuanto medio les es posible para villanizar, para satanizar a quien consideran un peligro al que urge eliminar.
Sacudir lo que en apariencia son tranquilas aguas, tiene su precio. Sobre todo cuando se exhiben las componendas y los amarres que mantienen ese frágil equilibro.
Miguel Hidalgo fue un cura rebelde, repudiado por el establishment de la época. Tuvo la osadía de soñar con el fin de la esclavitud, de organizar a la plebe para buscar la emancipación de España.
Benito Juárez fue el hereje de su tiempo. El indígena oaxaqueño tuvo el descaro de retar a la Iglesia. De proponer la separación de su amasiato material con el Estado.
Francisco I. Madero vivió la feliz ocurrencia de soñar con una nación democrática, con sufragio efectivo y sin reelección. Acabó con los 30 años del porfiriato y terminó asesinado a traición en el intento.
Y suele suceder que los incómodos de ayer acaban convirtiéndose en los héroes del cambio, los que merecen su nombre grabado con letras de oro en la historia.
Son los incomprendidos del presente que en su idealismo son capaces de modificar a todo un pueblo su futuro.
Bajo ese signo están un puñado de “locos” que nadaron a contracorriente, incluso desde la clandestinidad, cuando se atrevieron no solo a proponer sino a encabezar el cambio.
Desde Gandhi hasta Mandela, desde Felipe González hasta Lula da Silva. Todos fueron repudiados por sediciosos, por peligrosos, y algunos hasta pisaron las cárceles. Pero al final cantaron su victoria y la de los suyos.
La historia se encargará de decidir si Andrés Manuel López Obrador fue “el loco”, el Mesías Tropical que las pantallas nos quisieron vender, o el peligro para México que se gestó desde algunas cúpulas del poder político y empresarial.
O si por el contrario, su lucha por desenmascarar la desigualdad social concentrada en el poder de los pocos y el despojo a los muchos, alcanza el final feliz que la historia le reconozca.
Por ahora baste hojear su nuevo libro que aparecerá la próxima semana: “No decir adiós a la esperanza”, para desmitificar algunos de los clichés que le endosan.
Desde su dedicatoria universal “A los bienamad@s” hasta las lecciones de la búsqueda de la felicidad a través de encontrar la felicidad de los demás, la narrativa lopezobradorista desacredita al estereotipo del líder violento.
El libro desilusionará a quien esperaba la estridencia del agitador, que nunca aparece. Son aquellos que pronosticaban la iracundia del tabasqueño frente a la derrota, real o fabricada.
El libro en cambio ilusionará a quienes inconformes con lo que ven, confirman que la lucha no cesa, que continúa. Que la trinchera es el espíritu que no claudica frente a la caída. El que se levanta y vuelve a luchar.
Y los mismos que ayer lo tachaban de hereje por movilizar a las masas contra el fraude, son los que hoy lo llaman cursi y ridículo, frente a su República Amorosa.
Por eso hay que dejar el juicio final a la sabiduría de la historia, aunque se diga que la escriben los victoriosos.
Algún día tendremos la claridad para identificar quiénes fueron los Calleja, los Santa Ana, los Maximilianos y los Huerta de nuestros días.
Aquellos que ostentando en su momento todo el poder, prefirieron entregarse a imperios y ceder territorios, para terminar sucumbiendo ante el inaplazable juicio de la historia.
Esa es la esperanza. Aún la de los 16 millones de “locos” que votaron por ese al que calificaban como un peligro para México.
Comentarios
Publicar un comentario