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#RUMBOALADICTADURAPERFECTA:Emiliano Monge entrevista a Luis Estrada

Emiliano Monge entrevista a Luis Estrada

By  on octubre 8, 2014
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El cineasta que ha hecho enojar a dos presidentes y una televisora.

LA PROVOCACIÓN PERFECTA

Una conversación entre Emiliano Monge y Luis Estrada

Luis Estrada es el autor de La Ley de Herodes, que en su momento enojó a la cúpula priísta, y de El Infierno, que surtió un efecto similar en el entonces presidente Felipe Calderón. Ahora, el director estrena La dictadura perfecta, película que, entre otras cosas, retrata la perversa relación entre una televisora —que en la trama, entre otras cosas, impone a un individuo con pinta de actor de telenovela en la silla presidencial (¿les suena?)— y el poder político.  
Emiliano Monge, escritor de las novelas El cielo árido, Morirse de memoria y Arrastrar esa sombra, y el cineasta parecen provenir de universos narrativos paralelos, ya que ambos creadores han dibujado un México atenazado por la corrupción de los poderosos. Monge funge como conductor de esta conversación, en la que se habla con franqueza del rol de Televisa en la realización de la película (y posterior desasociación), de su inspirado reparto (en el que participan muchas estrellas del canal de las ídem), de la incomodidad que histórica e inevitablemente ha generado Estrada a algunos personajes poderosos y del atroz estado del cine mexicano actual —según el cineasta—, entre muchas otras cosas.  
Nosotros solamente fuimos testigos de esta provocación, y ahora ustedes.

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UN escándalo. El cineasta mexicano Luis Estrada es un escándalo. Habla fuerte, se ríe sin mesura, critica sin tregua, demanda rigor: “¡qué mujer más impuntual!”, dice, para dar la bienvenida ante una tardanza de quince minutos. Su boca sostiene un cigarro, Delicados, pero la dicción es pulcra como la de un locutor de la barra romántica de la XEW: “bueno, a ver, ¿cómo quieren que hagamos esto?”.
El “esto” se refiere a una conversación fuera de una oficina, con suficientes dosis de comida, alcohol y calma entre él y el escritor Emiliano Monge, quien ya lleva varias horas enredado entre el olor del café, el tabaco y las prisas que habita en la oficina de Bandidos, la productora de Estrada ubicada en Los Estudios Churubusco. Puntual, él sí, llegó a la cita pactada para ver La dictadura perfecta, la más reciente película de Estrada que llega a cartelera el próximo 16 de octubre. “A mí no me veas. Reclámale a ella”, dice Monge al cineasta, también con un cigarro, Marlboro, en la boca. Un reclamo que tiene que ver con la espera, la idea del “esto” y el hambre que ya galopa por las manecillas del reloj que están por marcar las ocho de la noche. “Vámonos ya”, alcanzo a decir como única defensa.
Estrada no viene solo: lo acompaña, como hace treinta años, Jaime Sampietro. Su guionista, su amigo, su cómplice, su crítico. Sampietro no fuma, tampoco reclama ni está apurado. El ritmo de sus pies es pausado. Él no es escandaloso pero le atrae el escándalo. Mira mucho y habla poco. Es un observador experto y experimentado. Trabaja con Estrada todas las tardes. Hicieron juntos los guiones de Bandidos (1991), Ámbar (1994), La ley de Herodes (1999), Un mundo maravilloso(2006), El infierno (2010)y por supuesto La dictadura perfecta (2014).
Estrada y Sampietro, otra vez, llegan antes al restaurante pactado: el Daikoku de Coyoacán. Eligen la mesa. Una donde puedan hablar los Delicados y los Marlboro sin ser molestados. Una con poca luz, alejado del bullicio de la fuente. A Monge, quien no mencionó nada sobre la película en el trayecto a la cena, le gusta la mesa. Tiene más sed que hambre, más ganas de avanzar con “esto” que estacionarse en pausas inconexas. El sushi le da igual. El whisky no. Estrada lo secunda y Sampietro prefiere limonada. Las palabras, entonces, comienzan. “Esto” se convierte en un complejo ir y venir de ideas, palabras, temas. No hay un hilo conductor, hay varios. La plática se hace nudos, luego se desenreda. Escuchar a Estrada es oír la historia reciente del cine mexicano, incluidos sus protagonistas y sus más horribles y oscuras anécdotas. Monge es la voz crítica a un momento, a un resultado, a un país y a sus creadores cinematográficos. Sampietro observa. A veces habla y atina. Entonces la conversación cambia de rumbo.
¿Qué se dijo aquella noche? A continuación un extracto de lo que se recuerda.
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¿Es La dictadura perfecta otra película polémica?
El momento en el que estaba por terminar La Ley de Herodes fue, probablemente, uno de lo más tristes de mi vida porque descubrí la vulnerabilidad del ser humano. Se me dejó venir el puto poder del Estado mexicano completo para hacerme cagada. Su intención primigenia al buscar darme un millón de dólares fue la de no abrir la boca y quemar la película.
El poder del Estado me refiero al PRI, a José Antonio González Fernández, Diódoro Carrasco, el presidente Zedillo… Tengo varias anécdotas de esas horribles, pero va a sonar a que estoy amargado y resentido. Historias como las que me están pasando otra vez con La dictadura perfecta. Es un precio muy alto el que tienes que pagar por cada película.
¿Te han amenazado?
Nunca por mis películas. Me llegan mensajes sobre que alguien está encabronado, mensajes de “ándate con cuidado…”
Eso no es una amenaza.
Calderón sí me mandó una amenaza, fue: me ofendiste de manera personal, te burlaste de lo que para mi es lo más importante, de los símbolos de la patria, y ya me chingaste porque esa película no hay manera de pararla. Fue una partida de ajedrez y, cuando menos se lo imaginaron, hice un enroque.
 ¿La dictadura perfecta tiene enroques?
Hay un problema fundamental, que nos hizo ver Ramón Alberto Garza, director de Reporte Índigo. Es una reflexión que yo ya tenía en la cabeza pero que él articuló de manera brillante: “Le estás arruinando el negocio a Televisa, el gran negocio. La gente que vea la película, la próxima vez que le pasen un infomercial disfrazado de noticia alrededor de los gobernadores Manuel Velasco, Moreno Valle o Eruviel Ávila, ya sabrá por qué tanta presencia en la televisión. Entonces, la gente va a tener la certeza de que hubo un chanchullo tan grotesco en esos gobiernos como el que se ve en la película, verán cómo el gobierno le quita el dinero a los ciudadanos y lo mete a esta televisora”. Eso es lo que vamos a poner en la imaginación de las personas cuando vean La dictadura perfecta.
Pero lo que pasará es que los gobernadores gastarán en otro tipo de campañas.
Según Ramón Alberto les arruiné el negocio, y eso me va a costar el exilio. Lo barato es el exilio.
Lo increíble es que Televisa, originalmente, leyera el guión de la película y la apoyara financieramente.
Una buena y bonita anécdota es que en Televisa han sido mis amigos. Y mis socios. Y mis clientes. Ellos me dieron el dinero de la Ley 226 (Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en la Producción y Distribución Cinematográfica Nacional) para El infierno e iban a ser los distribuidores. Cuando la termino me dicen: “Si nosotros suscribimos esto, Calderón nos va a quitar la concesión. Te pasaste, cabrón. Pero te vamos a ayudar: te la vamos a comprar bien con una condición: antes de llevarle tu próxima película a otro nos la traes a nosotros y te decimos si nos interesa”. Y se firmó una carta compromiso, con miles de cláusulas y que incluía el guión del proyecto.
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Y estabas convencido de que no la iban a usar, la carta compromiso.
¡Claro que no! Pero igual era una apuesta. Era de prever que se echarían para atrás. Los conozco bien. No tienen un pelo de tontos, son audaces y cabrones y yo dije: son tan listos que lo que están haciendo es darme el beso del diablo. Ellos (Televisa) pusieron el 50% de lo que costó la película, y creí que iban a llevarlo hasta sus últimas consecuencias, lo que incluía, como abre el tráiler deCantiflas, algo que dijera: “Televisa presenta”.
Porque un “Televisa presenta”, en esta película, la desvirtuaría por completo.
Y yo estaría en un pedo para tratarlo de justificar al universo. Pero me voy a hundir. Me estoy metiendo a la cama con el enemigo más poderoso, y un día me dará un beso del diablo. El día que digan: queremos que los créditos incluyan: “Emilio Azcárraga presenta una película de Luis Estrada”.
Yo ya ensayaba mi discurso de cómo iba a justificar que esta película, en donde los pongo como corruptos, asesinos, secuestradores, asesinos iba a incluir el “Televisa presenta”. Imagínate a ellos, hablando de la gran muestra de apertura y libertad de expresión en México que permite que se les critique con una película de esa forma, que qué chingona una empresa acusada por todos de manipular la información muestre esa apertura. Me veía metido en ese pedo. Pensé que tenía que ensayar un discurso muy listo, y al final ellos me pusieron todo en charola de plata y decidieron retirar cualquier tipo de asociación.
Aún así, en la película actúan varias de las estrellas de las novelas de esa televisora, lo cual no deja de ser gracioso. Me sorprende, por ejemplo, ver a Sergio Meyer de presidente.
Y lo hace muy bien. También Silvia Navarro, que es la estrella de la televisora. Y además es una persona súper linda.
¿Y se convirtieron en parte de tu equipo, los actores de la televisora?
Sí, sobre todo Silvia Navarro, que es una diosa. ¿No te pareció excepcional su actuación? Pero bueno, equipo sólo hago con Jaime Sampietro. Así se llama mi equipo. No, no es cierto. Tengo un equipo chingón, muy cabrón. ¿Cinematográficamente? Con Joaquín Cossío, esta es la tercera película mía en la que participa; María Rojo, la cuarta; Dagoberto Gama, la tercera; Noé Hernández, la segunda. Damián Alcázar, ya lo ves.
¿Y la producción también será tu equipo, no?

Sí, claro. Pero es que yo hago de todo, soy obsesivo y megalómano. El guión, la producción, la dirección… hasta hacía siempre de editor.

 Pero en esta película no fuiste el editor, como en las anteriores.

Fui editor de todas mis películas hasta que descubrí a Mariana Rodríguez, que es mi alma gemela y mi amiga. Entonces edité El infierno con ella y fue cuando dije: “¿qué necesidad la mía?, mejor que la próxima película me la edite ella”.
Y fui el hombre más feliz del mundo. Llegaba como jefe a decirle: “a ésta secuencia quítale cuatro cuadros, aquí córtale, nos vemos mañana para hacer los cambios”. Tenemos un matrimonio feliz. Es una reina adorada. Es mi amiga y es solidaria.

Pues has ido cambiado algunas formas de trabajo, entonces. Porque la música de La dictadura perfecta no la mandaste hacer, ¿verdad?, como habías hecho otras veces.

Nadie hizo la música para esta película porque así lo pensamos desde el comienzo. Era, literalmente, Kubrick. Kubrick revisitado por nuestro contexto. Tal cual. Dr StrangeloveNaranja mecánica … desde el principio así lo decidimos.

Además, hay un pedo con los músicos en el cine en México: no ayudan, la gran mayoría. Es muy raro, porque la música en el cine no tiene más sentido que potenciar la historia y aquí, generalmente, la apaga. La ayuda de la electrónica a la música fue tan jodida como a la del cine.
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Pero, si trajiste un fotógrafo de afuera ¿podrías haber hecho la música afuera, no?

Estuve a punto de traer un músico español. Pero tuve ese problema en El infierno. Si te acuerdas de la música de El infierno te acuerdas más de los narcocorridos que de la música de Michael Burton, quien es un enorme músico, editor, aunque tuve muchos problemas para hacerle entender cómo podía la película mejorar con la música. Él también tenía una tendencia minimalista. Además, si traje un fotógrafo de fuera fue porque el mejor que hay en México, Damián García, que hizo El infierno, no pudo hacer esta película, el muy cabrón.

Dices que el impacto de la electrónica en la música fue tan jodida como en el cine. Pero grabaste La dictadura perfecta en digital… no extrañas el “corre cámara”.

Con la vejez el asunto técnico y la forma pasan a otro plano. Es mejor que quede claro lo que quieres decir y cómo quieres decirlo. Mi historia es al revés. Soy producto del cine mexicano más mal hecho de la historia: feo, que se oía y veía mal, mal filmado, y cuando empiezo a hacer mi carrera digo: “quiero ser un artesano del cine, como no ha habido en este país. Como gringo”. Soy obsesivo con eso.

Lo que me ha ido pasando, mientras maduro, es decir: “a ver, aquí el pedo es contar tu tiempo, tu lugar, y dejar un testimonio de que a este país se lo está cargando la chingada por todos lados”.

Eso es, hablemos del testimonio.

No hay mejor manera que entender qué fue el PRI, que ver la Ley de Herodes, y ver lo que pasó durante 70 años en este país. No hay mejor manera de entenderlo que contarlo en un pueblito que no existe. Y no habrá mejor manera de entender lo que representó la estupidez de Calderón que ver El infierno: este güey que estaba jugando a las guerritas.

¿Y el testimonio de La dictadura perfecta, cuál es?

Tuvimos una bola de cristal. Estaba cantado lo que pasaría con Peña Nieto. Veías un noticiero y te hablaban de la mejor carretera del universo, que estaba en el Estado de México; el mejor hospital, la mejor escuela, la mejor seguridad… Por eso dijimos: va a pasar esto y cuando salga la película ya será un hecho consumado. Así que vamos a hacer un ejercicio muy bonito: vamos a contarlo en futuro. La historia es muy sencilla: una televisora que pone a un presidente.

Y cómo fue concebido, cómo empezaron a trabajar este testimonio, antes de ser testimonio.

Le dije a Jaime: estos hijos de puta, mis socios y clientes, van a acabar de arruinar a este país porque harán regresar al PRI. Vamos a hacer una película sobre cómo se hace un presidente. Sobre el manejo. Entonces, cuando vimos que íbamos a hacer una película sobre cómo estos cabrones nos iban a chingar, todavía no había candidato del PRI.

Jaime es bastante huevón y tiene un trabajo en una fábrica de hilos. Entonces, yo hago la talacha y él me dice: no mames, esto es retórico, está mal, este personaje está mal y me pone a chingarle.

El deporte favorito de Jaime y mío es juntarnos todas las tardes desde hace 30 años y hablar mal del país. Hablar de lo mal que está la situación, de lo peor que se pone, y que cada día hay más corrupción, más cinismo. Es un ejercicio en donde yo leo todos los días mis cinco periódicos y él sus tres.

Jaime y yo somos unos parásitos. Los parásitos, viven de otros. Nosotros hacemos el juego de armar una filmoteca sobre el tema que queremos abordar y usar a los otros. Cuando decidimos hacer una película sobre la corrupción empezamos a ver grandes películas sobre ese tema. Jaime, así como lo ves, tiene la mejor filmoteca de México. Y la tiene en VHS, en laser disc, en DVD y ahora en Blu-ray. Tiene 12 copias de El padrino, 15 copias de El ciudadano Kane, toda la obra de Fritz Lang, de Howard Hughes. No tiene cine mexicano porque le caga, como a mí.

Trabajamos un chingo. Hacemos muchos tratamientos: escribo igual que filmo, de manera megalomaniaca. Mis primeros tratamientos son de 280 páginas, luego bajan a 170, y cuando digo ya terminé son 135 páginas. El resultado son películas de 2 horas y  media que ya están mega editadas. La dictadura perfecta duraba 3 horas y 20, en su primer corte. Una hora de película quedó en la basura.
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A mi me parece que La dictadura perfecta es la mejor editada, la más redonda, la menos desarbolada.

Te voy a decir qué ventaja tuve esta vez: filmar en digital. Porque así como me puedo quejar como artista sobre lo mierda que es filmar en digital, toda mi vida fue una pesadilla el tema de material en mis películas. Siempre había querido filmar como gringo, lo que significa que cubres, proteges, filmas, haces una toma aquí, otra acá, y cuando tienes un contador que te dice que te quedan 400 pies de película, porque se acabó el dinero de la película, eso no se puede. Con esta película sí dije: hoy vamos a filmar 75 set ups. Ahora sí puedes hacerlos como gringo, puedes decir, “aquí hago un medium shot, un medium close up y un close up”.

Ahora con lo digital ya nos acercamos más al electrodoméstico.

Volvamos un poco: dices que eres producto del peor cine mexicano y que, como a Jaime, te caga el cine nacional… pero el cine mexicano ha cambiado, es mejor y está mejor hecho que hace 15 años, ¿no?

Cabrón. Si algo se hace ahora se hace bien. Hay gente muy talentosa. Pero los guiones son una mierda. Que se pongan a leer. No leen, sus historias son horribles.

Aunque te voy a decir que la generalización es un poco cabrona porque sí hay una gama que puede ir desde guiones buenos a los más malos. A la mayoría de los guionistas les ha pasado como a mí, que escribir se vuelve como una parte del proceso que necesitas para llegar a ser director, que es al final lo que todos quieren hacer. Pero son dos formaciones completamente diferentes.

¿El resultado de una película es muy diferente cuando hay un guionista y hay un director y cuando hay un director-guionista?

Pues si te vas cambiando de cachuchas y entiendes cuál es el rol que desempeñaste en ese momento, no veo problema. Pero cuando te ganan las ganas de ser el director y entonces empiezas a dar por sentado que ya está, que lo vas a resolver cuando grites “silencio” en el set, está mal. Es por lo que el 90% de los escritores quieren ser directores. Es la neta, porque ser director es chic, es nice, está de moda, porque te puedes ligar a las actrices, vas a festivales…

El problema de los guiones es que casi siempre están pobremente trabajados y quedan inmaduros, imberbes. Tú lo ves: si hablas de los jóvenes directores, quieren contar demasiadas cosas. Lo que hay que hacer es escoger un tema, un personaje y hacia donde lo quieres llevar de principio a fin.

El gran drama del cine mexicano es que no hay conflicto. Se limitan a la anécdota, el episodio, la peripecia, la suma de anécdotas donde no hay drama, no hay conflicto, y eso es parte del problema.

También hay aquellos que creen que el cine de fórmula puede funcionar en este país, y están cayendo en la aberración de importar guiones brasileños y argentinos para adaptarlos a nuestra realidad y hacer películas exitosas. O todavía peor: vamos a copiar fórmulas probadas en Estados Unidos y las tropicalizamos, y haremos un chingo de espectadores. ¿Qué pasa? Lo que pasa cuando el público mexicano premia a Derbez con 600 millones de pesos y 15 millones de espectadores, y es cuando dices “yo quiero”.

Por otro lado, están las películas de un señor que va en búsqueda de un calamar perdido en los mares más profundos y lo seguimos de espaldas durante 15 minutos, y ya le dieron un premio en Cannes.
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¿Entonces, la industria cinematográfica mexicana está o no a toda madre?

¿Me estás provocando? ¡Es vergonzosa! No, solamente hay más películas y la ley de probabilidades ayuda: si se hacen 120 quedan 2 buenas. Es verdad que la gente está viendo más cine mexicano porque está de moda pero no porque se trata de buenas películas.

¿Qué es una buena película para ti?

Alguien que te cuente algo, que te provoque algo. Si no, imagínate: todos vamos a hacer películas como Cantiflas, apoyadas por Televisa, que te pasan siete spots de la misma película. Eso forma parte de un entorno, de una industria que depende de un capricho gubernamental, y si a EPN le caga, cancela el IMCINE, cancela todo.

Cuando pasó lo de La ley de Herodes querían cerrar el IMCINE porque “era un semillero de comunistas que atentaban con la instituciones de la patria”.

Calderón dijo: “esos güeyes pusieron una foto mía y dijeron que era un traidor a la patria. No les voy a dar dinero para que me peguen.”

Es una falacia que el cine mexicano esté bien y sano. Se produjeron 120 películas, 40 están en cajones que jamás van a ver la luz, del resto, el 90% lo vio menos de 20 mil espectadores. No es industria, es un capricho gubernamental que mantiene subsidiado a un monstruo.

El cine tiene que tener una huella que pise cultura, entretenimiento, negocio, industria, vehículo de comunicación de ideas. Cuando queda bien, tiene todo eso: eso es el cine.

¿Y tus películas tienen todo eso?

No sé. Pero sé que mi epitafio dirá: Este camino megalómano y suicida que he seguido es únicamente porque lo aprendí de la mano de mi papá, de Felipe Cazals, de Arturo Ripstein, y de otros con los que trabajé. Lo más valioso para hacer una película es tu independencia y tu libertad, y esas no tienen precio. Eso es lo que me tiene orgulloso de mi carrera, no el haberme llevado “El aguacate de oro” del Festival de Uruapan, ni el dinero que he ganado con cada película.

 Hablas mucho sobre tu megalomanía, pero creo que esta película no es megalómana, como las otras. Es la más contenida, cuenta una cosa, está enfocada, es más redonda. Y le hace muy bien, a tu manera de contar, esta contención. Por eso me parece mejor que las últimas, que podrían ser primas hermanas. Funciona muy bien la exageración, en unas más que otras, pero funciona mejor la concreción. En El infierno todo es una explosión, aquí la explosión es mínima.

Te voy a decir que sí tenía esta película. Las claves fueron reconocidas como los ogros. ¿Cómo eran los ogros?. Como las cebollas (¿viste Shrek?). Tienen muchas capas. Buscamos que la superficie fuera muy clara, pero que cada espectador, que maneja diferentes niveles de información y de capacidad de análisis, pueda irse hasta el corazón de la cebolla. Entonces sí fue, de entrada, lo más obvio decir: estos güeyes agarraron los cinco casos más emblemáticos de noticias manipuladas y las enhebraron para que todo tuviera sentido, y cómo se podía relacionar los video escándalos con Florence Cassez y con Paulette, pues con la tele. Todo pasa por la tele. Cuando la gente vuelva a su casa y prenda la tele lo va a ver diferente: “este señor me está diciendo esto, pero cómo llegó este señor a esta conclusión ¿qué hay detrás de esto?”

Claro que hay lecturas y múltiples temas, pero la manera de contarlos, de entretejerlos, me da la impresión que es más atinada. Usando la metáfora que usas del prisma, es cierto que la luz se descompone en todos sus colores, pero aquí el rayo de luz es uno, no como en otras películas, que los rayos que llegaban al prisma parecían ser muchos.

Era más complicada dramáticamente, en relación con las otras. Las otras eran más fáciles porque había un protagonista y un punto de vista únicos, y todo estaba interrelacionado con ese personaje.

Y aquí no, eso le da distinción y la vuelve más potente.

Creo que por la cercanía. Las otras eran más fabulescas, metafóricas, de entrada estaban ubicadas en un contexto ubicado en mi cabeza. ¿Dónde es San Pedro de los Sahuaros? Donde quieras. En esta no, la primera escena es en el Zócalo, en Palacio Nacional.

 Creo que en unos años podremos decir que ésta envejeció muy bien. La vas a poder seguir viendo. Quizá por lo que dices de la cebolla, de ir más hacia adentro.

La Ley de Herodes ya pasó la prueba del tiempo.
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 No digo que no la pasen, sino que, dentro de 20 años, la primer película de Estrada que le pondrán a un estudiante de cine no será La Ley de Herodes sino La dictadura perfecta.

Tal vez.

 Los finales de tus últimas películas siempre son varios, son realmente largos. Prolongas siempre el final, resumiendo además la película. ¿Por qué es esto… por qué parece que quisieras hacer un recuento? ¿Tienes dudas, inseguridades sobre lo contado?

Es cierto. En mis últimas cuatro películas esto es una constante. Y creo que tiene que ver con que cada una tiene sus propias razones. Lo que sí se reproduce en las cuatro es un ciclo: en todas ves el final de la película aislado en los últimos 10 o 15 minutos, y es porque lo hemos sentido necesario. Son películas muy ambiciosas si vas a la raíz del tema, es decir, una película de la corrupción y la impunidad, la desigualdad social, la violencia. Temas grandes. Y sin creer en ningún tipo de eficacia, cuando te metes en un terreno de estas características es bien pantanoso, tan pantanoso que lo que más me ha interesado es blindarlas para que no se vuelvan un vehículo de propaganda o proselitismo, que las tentaciones ha habido.

Cuando hice una película contra el PRI, me ofrecieron una diputación del PRD, Bejarano y Dolores Padierna se acercaron: “tu discurso es extraordinario, tus idas son formidables, te ponemos como número dos en la lista de plurinominales”. Pero este país tiene tan poca memoria que después, conEl infierno, los priístas pegaron de brincos: “por fin pusieron en su lugar a este enano, unos personajes muy siniestros pero muy inteligentes y simpáticos; güey, tu discurso es increíble, ¿no te interesa una diputación plurinominal?”.

El final de La dictadura perfecta, el último plano, es en la tribuna del congreso, como en La ley de Herodes.

Son películas hermanas, tan hermanas que este Carmelo Vargas es hijo ilegítimo del Vargas de La ley de Herodes. Y el personaje de Joaquín Cossío, que se llama Morales, es hijo del doctor Morales de La ley de Herodes. El destino los pone en el mismo lugar.

Es, entonces, esta película más cercana a La ley de Herodes que las otras. ¿Se llevan mejor estas hermanas?

Porque trata de lo mismo. La ley de Herodes reflejaba la omnipotencia del político. Ahora los políticos son títeres de la plutocracia, los famosos 14 que se sientan a comer en el Club de industriales.

¿Ya estás pensando en otro proyecto?

Ya me quiero jubilar. La película no existe, lo que viste hoy es un holograma. La película va a existir el 16 de octubre y eso va a definir mi vida, mi estabilidad económica, o mi ruina si no tengo el dinero para pagarle a Televisa, porque me van a meter a la cárcel si no les pago. Eso dice el contrato.

 Y Televisa no perdona.

Todo lo que podamos especular de la película, ahorita, está en eso.

Eso y que, me parece, es tu mejor película. Le va a ir muy bien.

Es una película muy fea, la más horrorosa que haya visto. Es desoladora. Las otras señalaba de manera metafórica, en esta todos somos protagonistas.

 Pues ojalá le vaya mejor que a El infierno, que es a la que mejor le ha ido, ¿no?

Esperemos. Sí, a El infierno le fue mejor que a las anteriores porque tenía más colmillo, sabía mejor el negocio. He negociado mejor mi participación y mi propiedad sobre esa película. Estuvo mejor movida, diseñada y comercializada. Así que, si es por experiencia y colmillo, se pueden tener esperanzas.

 Sobre la película, únicamente.

Claro que sobre la película. Sobre la realidad no. Esto va a estallar sooner or later.

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